Anatomie d’une chute (2023) es una película acerca de un drama judicial que sigue la investigación y el juicio de Sandra, una escritora acusada del asesinato de su esposo tras su caída desde el tercer piso de su casa familiar. Es dirigida por Justine Triet, quien a lo largo de su carrera ha demostrado un especial interés en explorar las tensiones psicológicas y sociales que subyace a las interacciones humanas. Inicialmente, la preocupación de Triet en la película es cuestionar la noción de una verdad objetiva y demostrar que esta se construye narrativamente. Esta misma preocupación, como se verá más adelante, está a la base del debate que H. L. A. Hart y Ronald Dworkin mantienen en la segunda mitad del siglo XX sobre la interpretación judicial. Por medio de esta reseña fílmica, se pretende abordar las problemáticas de las teorías de Hart y Dworkin en torno a la naturaleza de las decisiones judiciales en casos difíciles y complejos como el que nos ofrece la película.

El eje central de la trama gira en torno al juicio, en el que Sandra se somete a un intenso escrutinio no solo legal, sino moral y psicológico. A medida que avanza el proceso, Triet profundiza en la ambigüedad de los hechos presentados y juega con la percepción de la audiencia sobre la culpabilidad o inocencia de Sandra. El filme cuestiona si en realidad Sandra es culpable del crimen que se le acusa. Las dinámicas entre Sandra y Samuel, su esposo y occiso, revelan una relación marcada por tensiones profesionales y personales, exacerbadas por las expectativas de éxito y los sacrificios individuales.

El debate sobre cómo deben tomar decisiones los jueces ha sido una cuestión central en la teoría filosófica del derecho. Hart, desde una perspectiva positivista, sostiene que el derecho se compone fundamentalmente de reglas claras y predefinidas, y que, en los casos donde las reglas no son suficientes, los jueces tienen discrecionalidad para crear derecho en aquellos casos difíciles. Dworkin, por otro lado, critica esta visión y sostiene que los jueces no solo deben seguir reglas, sino también principios que ya forman parte del sistema jurídico, lo que limita su discrecionalidad. El centro del debate radica en si las decisiones judiciales deben basarse en la interpretación de reglas fijas o en principios morales que orientan la justicia. Pero ¿a qué se atañe el derecho cuando los hechos no son lo suficientemente claros para la discrecionalidad del juez? ¿O hasta qué punto los principios llenan las lagunas en situaciones muy complicadas?
La apelación a Hart y Dworkin no resulta azarosa, ya que Anatomie d’une chute es un ejemplo cinematográfico de un caso difícil, esto es, una situación jurídica que no tiene una solución explícita contenida en la textualidad de la norma. Al contrario, su resolución judicial requiere la movilización de elementos interpretativos y probatorios, como se puede observar en los intentos de la parte prosecutora y defensora de determinar la veracidad de los hechos. En otras palabras, la definición de lo que es el derecho es la pregunta por lo que cuenta como verdad jurídica en aquellos contextos de penumbra normativa.
- Conflicto entre derecho y moral en los casos difíciles:
Para responder estas interrogantes nos podemos remitir a Dworkin en primer lugar. Para este autor, el derecho es un conjunto de reglas y principios ordenados jerárquicamente que reflejan la moralidad política de una sociedad. En otras palabras, el derecho es la herramienta institucional que asegura el cumplimiento de los valores sustantivos de una sociedad liberal. Esta integración entre derecho y moral se institucionaliza a partir del ideal de justicia, en donde, incluso sin legislación expresa, las decisiones deben ser coherentes con los principios jurídicos. Para Dworkin, los principios son normas que expresan valores y orientaciones morales generales que subyacen al sistema jurídico. Un ejemplo de un principio es el respeto incondicional a la vida humana como valor constitucional sustantivo.
Además, el autor introduce la teoría de la “única respuesta correcta”, que depende de dos dimensiones: primero, la adecuación, que implica reconstruir el caso de manera coherente con su jurisdicción; y, segundo, la moral política, que elige una solución justificada por la mejor teoría política y moral del derecho. Según él, el derecho es parte de la moral y las normas comunitarias descansan en principios que no pueden contradecirse.
La estrategia de la continuidad implica la posibilidad de identificar un denominador común, esta es la estrategia de la continuidad, con la cual se refiere a: mediante ella pretende mostrar que actuar justamente contribuye a nuestro bien y, de este modo, elimina el posible conflicto entre lo correcto y lo bueno. Cuando las políticas que organizan nuestra sociedad reflejan nuestras convicciones personales, lo personal y lo político confluyen. (Moreso & Queralt, 2014, p.158)
Contra la discrecionalidad judicial, Dworkin introduce la figura de Hércules, un juez capaz de identificar los principios aplicables y encontrar la mejor justificación moral para decidir sin crear nuevas normas. Según Dworkin, las reglas no pueden coexistir si son contradictorias, mientras que los principios compiten entre sí y se ponderan para resolver casos complejos. Su enfoque propone abandonar la separación tajante entre derecho y moral defendida por los positivistas.

Por otro lado, Herbert Hart es un firme defensor de la teoría positivista, que separa el derecho de la moral, aunque reconozca que pueden converger en algunos casos. Hart introduce la tesis de la discrecionalidad judicial y afirma que existen situaciones no reguladas en todo sistema jurídico, lo que otorga a los jueces el poder de crear derecho, no solo de aplicarlo. Para él, el sistema jurídico se compone de reglas primarias (contenidas en normas y sentencias), y secundarias (que otorgan facultades), además de la regla de reconocimiento, que identifica el derecho vigente, independientemente de la moral.
La regla de reconocimiento es una práctica social efectiva que identifica el derecho mediante ciertos criterios y cuya existencia es un hecho, no un presupuesto lógico. Hart también postula que los jueces, ante casos difíciles y la vaguedad inherente al lenguaje jurídico, tienen discrecionalidad para elegir la interpretación más apropiada, pues no siempre hay una única respuesta correcta en el derecho. Por ende, Hart rechaza el postulado de Kelsen, quien afirma que la regla de reconocimiento no es un hecho, sino un “presupuesto” lógico dentro del esquema de validez de un sistema jurídico. De acuerdo con Hart, esta regla opera como una práctica social efectiva, puesto que refleja cómo los jueces, funcionarios y particulares identifican y aceptan las normas en un sistema jurídico, lo que le otorga una naturaleza social, más allá de una simple suposición teórica o axiomática.
En los casos fáciles, Hart (1997) sostiene que la descripción formalista es la más adecuada, ya que las normas claramente determinan el resultado. Pero, en los casos difíciles, el enfoque realista es más preciso, ya que el juez debe ponderar y balancear aquella interpretación judicial que mejor se acomode a la naturaleza del caso difícil. En ese sentido, los jueces no pueden dictar cualquier sentencia, ya que están limitados a reglas secundarias que establecen las condiciones formales para la expedición de nuevos contenidos normativos. Por ende, el juez no opera emotivamente, sino que demuestra imparcialidad y neutralidad al considerar los intereses jurídicos de los involucrados. Es por esta razón que Hart subraya que, aunque no se puede demostrar que una decisión sea la única correcta, es posible lograr que se acepte como una decisión razonada e imparcial.
2. Anatomie d’une chute: Un caso difícil para Dworkin y Hart.
Anatomie d’une chute ofrece una oportunidad para contrastar las teorías de Hart y Dworkin, especialmente en la forma en qué se interpretan las pruebas y se llega al veredicto. El juicio ilustra una tensión clara entre un enfoque legalista y uno moralista, que refleja perfectamente las concepciones contrapuestas en torno a la naturaleza del derecho, la interpretación de los casos difíciles, y su relación con la apelación a principios morales sustantivos.
El filme inclinaría más la balanza para darle la razón a H.L.A. Hart, e incluso lo declararía ganador en su debate contra Dworkin. A lo largo del juicio de Sandra, la película muestra cómo las pruebas ambiguas y las interpretaciones subjetivas, como su obra de ficción o las emociones del hijo, no son suficientes para llegar a una condena justa si se siguen las ideas hartianas. A continuación, analizaré las escenas que respaldan la postura de Hart y demostraré cómo su enfoque positivista sobre la solución de casos difíciles prevalece en Anatomie d’une chute.

La discusión forense sobre si la caída del esposo fue un accidente o un acto intencional no es concluyente. Desde la perspectiva de Hart, el tribunal debe evaluar si la evidencia científica cumple con las reglas de validez del sistema legal. Si no hay pruebas concluyentes, el juez no debería especular sobre la moralidad de las acciones de Sandra o su esposo; la ley debe aplicar las reglas probatorias y dejar de lado consideraciones subjetivas.
Los abogados y el fiscal discuten si la relación de Sandra y su esposo era abusiva, lo cual podría sugerir un motivo para el crimen. La fiscalía sostiene que las constantes peleas eran indicios de abuso, mientras que la defensa argumenta que las discusiones eran mutuas y que Sandra no era la única responsable. Esta tensión entre el fiscal y la defensa ilustra la indeterminación del lenguaje jurídico. Aunque el derecho intenta ser claro, hay áreas de interpretación. La discusión sobre la relación de Sandra introduce una interpretación emocional, pero el juez insiste en la necesidad de pruebas sólidas, lo que destaca la importancia de las reglas jurídicas para evitar decisiones arbitrarias basadas en emociones.
Según Hart, en casos donde la ley no ofrece una solución clara, los jueces pueden tener discrecionalidad para crear derecho. En este caso, no hay una norma explícita sobre cómo evaluar relaciones abusivas en juicios por homicidio. Un juez hartiano no debería entrar en discusiones morales sobre culpabilidad; más bien, usaría las reglas jurídicas para evaluar si las pruebas son válidas y suficientes. El autor argumentaría que el juez debe enfocarse en los hechos objetivos —las pruebas forenses y testimoniales— y no en una valoración moral de la relación.

En esta escena, el fiscal utiliza una novela escrita por Sandra como evidencia para sugerir que ella tenía pensamientos homicidas, y afirma que su obra es una confesión enmascarada de su crimen. La novela describe una situación en la que un personaje se deshace de su pareja de manera similar a cómo murió su esposo. Desde la perspectiva hartiana, las reglas sobre evidencia válida son claras: la obra de ficción no puede ser considerada prueba directa de intención criminal. En este sentido, el juez debería declarar inadmisible la novela como prueba directa del crimen, ya que no se ajusta a las reglas probatorias convencionales.

Al final de la película, el hijo testifica que su padre utilizó la excusa de que su perro podría morir para despedirse de él. Este testimonio sugiere que su padre podría haber cometido suicidio, y la conversación previa a su muerte podría interpretarse como una despedida, lo que indicaría que la muerte no fue un asesinato. Esto podría eximir a la madre de responsabilidad por el “homicidio”.
Hart argumentaría que el testimonio del hijo debe evaluarse según las reglas probatorias y no con base en juicios emocionales. Un juez debería analizar si el testimonio puede ser admitido como evidencia válida y si cumple con las reglas procesales del sistema judicial. Aunque emotivo y subjetivo, Hart sostiene que las decisiones judiciales deben basarse en pruebas que cumplan con las normas establecidas. El juez debe determinar si hay suficiente evidencia objetiva que respalde la teoría del suicidio a partir de este testimonio.
Hart reconoce que la ley a menudo no ofrece respuestas claras, ya sea por la ambigüedad de las reglas o porque no cubren todas las situaciones. En estos casos, los jueces deben ejercer su discrecionalidad para interpretar y aplicar la ley, lo que puede implicar la creación de nuevas normas o la adaptación de las existentes dentro de los límites del derecho positivo. En la película, los jueces enfrentan un caso donde las pruebas no son concluyentes y la verdad objetiva es difícil de determinar. Al no encontrar una “verdad absoluta”, deben construir una versión provisional de la verdad para emitir un veredicto. Esta situación ilustra la discrecionalidad judicial que Hart describe.
En conclusión, el filme plantea dilemas judiciales donde las pruebas son ambiguas y las narrativas emocionales predominan, lo que genera un escenario en el que Hart consideraría un caso difícil. Este abogaría por una resolución basada en la objetividad de las pruebas, de modo que la discrecionalidad judicial se vea limitada y el fallo se ajuste a las normas del sistema jurídico. En el caso de Sandra, su enfoque garantizaría que el tribunal no se desvíe hacia interpretaciones morales o subjetivas y, al mismo tiempo, preservaría la estabilidad del derecho.
Sandra es eximida del crimen porque las pruebas presentadas por la fiscalía no fueron concluyentes para demostrar su culpabilidad más allá de una duda razonable. Este enfoque coincide con la postura de Hart, que defendía que el derecho debe basarse en reglas claras y objetivas, no en especulaciones emocionales. Las insinuaciones sobre su ficción o la tensión en su relación, aunque relevantes narrativamente, no son suficientes sin pruebas claras que demuestren la intención de cometer el crimen.
El juez se alinearía con Hart al insistir en que las decisiones deben basarse en las reglas del debido procedimiento y en la objetividad de las pruebas. La absolución de Sandra refleja la importancia de que el sistema legal actúe con base en pruebas objetivas y reglas formales, lo que coincide con el enfoque de Hart sobre un sistema jurídico justo y efectivo. Así, el resultado del juicio es una victoria para los principios de claridad y objetividad jurídica que Hart promovía, ya que la absolución de Sandra se basa en la falta de pruebas claras de su culpabilidad y garantiza la protección de los derechos individuales bajo un sistema legal bien estructurado.
En vista de esto, la película se convierte en un ejemplo práctico donde se ponen en juego los argumentos de Hart y Dworkin. Desde esta perspectiva, un juez alineado con la teoría de Hart representaría el ideal de justicia al resolver casos difíciles. Anatomie d’une chute demuestra cómo la teoría de Hart prevalece en contextos complejos, pues subraya la importancia de la objetividad jurídica y el respeto a las reglas como fundamentos esenciales para garantizar una justicia imparcial, al margen de narrativas emocionales o morales que puedan influir en el juicio.
Referencias:
Moreso, J. J. & Queralt, J. (2014). El bosquejo de Dworkin: la imbricación entre el derecho y la moralidad. Isonomía (41), pp. 143-174.
Rodríguez, C. (1997). La decisión judicial. El debate Hart-Dworkin. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, pp. 15-88.
Triet, J. (Director). (2023). Anatomie d’une chute [Película]. Haut et Court: Amazon Prime Video.