La política mundial se ha tornado cada vez más vertiginosa en cuanto a sus aristas de expresión durante los últimos años. No obstante, un viejo conocido “reaparece” (ya se verá por qué no) y se manifiesta con un mayor flujo intensivo en la arena de la constante y disputada batalla política. De lo anterior, se puede afirmar que tal viejo conocido hace presencia de forma apaciguada y tranquila, pero en esa estrategia político-discursiva, permeada por la paciencia tangible, la proliferación de su acción y su discurso se ha agudizado. Ejemplo de lo anterior es la coyuntura electoral europea, la cual suscita, por sí misma, una mirada de urgencia y análisis profundo del suceso político mismo. El fenómeno político referido en este diálogo hace alusión al auge de los extremismos de derecha consolidados, por un lado, en las diferentes elecciones que se han dado recientemente en Europa; y, por otra parte, en los escenarios informales de la sociedad civil que replican viejos eventos del pasado.
Por lo anterior, también es importante hacer mención explícita de estos ascensos de la extrema derecha en Europa y sus formas de expresión. De esta forma, los gobiernos de ultraderecha consolidados se encuentran en Hungría, Países Bajos, Italia y, hace muy poco, en Austria se consolidó una nueva mayoría política legislativa de la misma índole (cfr. Colomina, 2024; DW, 2024). De la misma forma, el partido de extrema derecha, Agrupación Nacional, liderado por Marine Le Pen, tiene fuertes herramientas para jugar con la estabilidad del gobierno francés a causa de su importancia en la composición electoral del aparato legislativo francés . Otro suceso importante —inclusive, histórico— fue la victoria del partido ultraderechista AfD, el cual ganó las elecciones regionales de Turingia y se consolidó como una fuerza política fuerte en otros Estados (cfr. Colomina, 2024). Se trata de un evento político bastante peculiar y preocupante, en cuanto estos liderazgos políticos parlamentarios ultraderechistas no ocurrían desde inicios de la Segunda Guerra Mundial.
Todo esto favorecido por los efectivos bulos de desinformación organizados y difundidos por líderes de estas organizaciones y partidos de extrema derecha. Un ejemplo de lo anterior ocurrió en Inglaterra en el año lectivo (2024), en donde partidarios de ideales supremacistas, neonazis, fascistas y chovinistas salieron a atacar, perseguir y linchar a personas migrantes o pertenecientes a otros grupos minoritarios. Por su parte, algo similar pasó en España en el año 2023, en donde grupos con ideales similares realizaron manifestaciones xenófobas, promulgadas por bulos desinformativos (cfr. Moraga & Águeda, 2023; Ramírez, 2024). Se trata de un fenómeno sumamente preocupante, ya que recuerda a la Noche de los cristales rotos (la Kristallnacht de 1938). Es preciso indicar que estas movilizaciones ultraderechistas recientes no fueron tan destructivas y homicidas, pero el patrón de movilización sí es similar y la vértebra del odio es la máxima que ha motivado este tipo de acciones.
Frente a lo mencionado, es neurálgico decir que estos levantamientos discursivo-políticos no son espontáneos. Por un lado, las crisis migratorias, la globalización, y las promesas fallidas de la economía capitalista sustentada en la democracia liberal, han provocado reacciones de descontento en la sociedad civil europea (cfr. Rosales, 2021). De esta manera, la molestia hacia la institucionalidad democrática y del bienestar posee una relación dialógica con el malestar sentido hacia la divergencia, la multiculturalidad, los movimientos sociales subversivos o la inmigración. Esto, en cuanto a que la evolución institucional y los imperativos políticos de los estados contemporáneos han sido receptivos a la “coexistencia” de las poblaciones vulnerables o, si se prefiere, vulneradas. En consecuencia, sectores de la sociedad civil europea han comenzado a percibir una necesidad hacia el restablecimiento económico, social y moral más purista y nostálgico (cfr. Lozano, 2020).
Bajo esta arista, incluso, ya se vuelve más clara la aversión institucional en relación con los sectores sociodemográficos no hegemónicos del canon de los valores occidentales dentro de Europa. Lo anterior, lo hacen a través de expresar una crítica al sistema (ser outsiders o antiestablishment) de forma políticamente incorrecta; puesto que, según este fascismo contemporáneo (o posfascismo, para algunos), la agenda política institucional progresista y multicultural es la que ha permitido la cooptación del Estado por los valores no occidentales de las poblaciones vulneradas. Este criticismo convierte el discurso etnonacionalista, xenófobo y racista en un imperativo político que opera como un Dog-Whistle[1], en el que ya no se reconoce el odio social hacia los ya marginalizados, sino que se percibe tal odio como sentido común y política ordinaria (cfr. Searles, 2016; Stefanoni, 2021).
De esta manera, se percibe como estas nuevas expresiones de la derecha extremista europea atacan a las poblaciones histórica y deliberadamente afectadas, con el fin justificar la crisis económica y social antes que los valores propios de la democracia y el capitalismo, el cual, en la actualidad se expresa desde su corte neoliberal. Que, en adición, se caracteriza por la forma en la que ha agudizado las crisis y la desigualdad social, a consecuencia de las políticas de austeridad del gasto público, la privatización y la apertura comercial y mercantil. No obstante, estas políticas económicas del neoliberalismo, a su vez, son las que consiguen desquebrajar la institucionalidad del estado y su capacidad de bienestar frente a la sociedad (en particular, las poblaciones marginadas):
Desde la perspectiva de Harvey, las medidas de austeridad férreas y el ataque a los colectivos que históricamente han sido más vulnerables dentro del capitalismo se explicaría por la necesidad que tiene el neoliberalismo de proteger este proceso predador y no entorpecerlo. (Lozano, 2020, p. 24)

Ahora, con el fin de definir las categorías y la dirección analítica, es preciso situar la coyuntura con dos conceptos trascendentales en la obra de Deleuze y Guattari, que son la molaridad y la molecularidad (también entendidas como, lo micro y lo macro). Por un lado, la molaridad, según los autores, hace referencia a expresiones políticas que se constituyen en la institucionalidad política como, por ejemplo, un partido político, la organización parlamentaria, el régimen político o, inclusive, el Estado mismo. Por otra parte, la cuestión de la molecularidad se expresa de forma desagregada, subyacente en espacios molares, en formas de discursos y en configuraciones semánticas que permean a toda la sociedad sin la necesidad de consolidarse en espacios de político-formales, sino en grupos desestructurados que se agencian para difundir su diálogo micropolítico.
Básicamente, estos procesos relacionales de tipo micro o molecular se expresan de forma pequeña, sutil, volátil y menos rígida que lo macro, pero (como se pensaría en los enfoques microsociológicos) no se reduce al individuo o a grupos sociales particulares sino, más bien, hace alusión a esos códigos abstractos que se unen y fluyen de forma desestructurada y que dan paso a la producción de nuevas subjetividades que, a nivel social, se decodifican a sí mismas: “lo molecular, la microeconomía, la micropolítica no se define de por sí por la pequeñez de sus elementos, sino por la naturaleza de su ―masa‖: el flujo de cuantos, para diferenciarlo de la línea de segmentos molar” (Deleuze & Guattari, 2004, p. 222)
Frente a todo lo compilado hasta ahora, este fenómeno político que está gestándose, a su vez, se expresa en diferentes grados de composición, ramificación, flujos e interacción con respecto a su desarrollo. Es decir, a pesar de que los efectos institucionales-gubernamentales e institucionales-parlamentarios son la prueba fáctica más visible acerca del éxito que cosecha la extrema derecha en Europa (lo que haría referencia a la composición y manifestación macro o molar del fenómeno), es cierto que hay un componente latente y muy importante de analizar —para efectos de esta columna presentada es el aspecto más importante—, que son las redes semiótico-discursivas internas que atañen a la sociedad civil europea. De la misma manera que, decantan a la misma hacia la aversión social e institucional propia de la actualidad política (el aspecto micro o molecular del fenómeno).
A esto último es a lo que le apuntan autores como Félix Guattari (respaldado por su gran amigo y colega, Gilles Deleuze) en su obra, cuando habla de molecularizar el objeto de análisis (Guattari, 1984). Esto significa que se aboga por entender los fenómenos políticos en términos de institucionalidades moleculares productoras de subjetividades. Con lo anterior, se hace referencia a que el método de análisis político referido busca desentrañar y escudriñar como se expresa de forma desagregada y decodificada el discurso político en la sociedad, con lo que posteriormente se estudia como estos discursos, que fluyen en forma de nomadismos semióticos, se agencian en formas no institucionales y se difunden con el objetivo materializarse desde diferentes aristas y formas de subjetivación. Adicional a lo mencionado, también como menester analítico, se busca comprender como la compactación y unión de las retóricas políticas moleculares pueden llegar a tener incidencia institucional como para expresarse de forma molar.
Es así como, este modelo de análisis (de corte molecular) es de utilidad alternativa en cuanto a la comprensión de los fenómenos políticos. Además que frente al caso propuesto en la columna, es útil debido a que va a trascender de los análisis clásicos de los auges de expresiones políticas ultraderechistas en sociedades determinadas, los cuales se han realizado a través de la manifestación institucional, los líderes políticos, la jerarquización de la identidad y los productos políticos a gran escala que han resultado de estas expresiones. Por el contrario, el modelo propuesto permitirá comprender como el auge de la extrema derecha europea tiene que ver principalmente con las narrativas y discursos que se han producido en la sociedad europea a causa de diferentes relaciones entre las personas y sus nichos de interacción, representación e identidad.
Según a lo anterior, es importante resaltar otros aspectos teóricos y metodológicos que acompañan este modelo analítico. De esta forma, el posestructuralismo materialista maquínico, en sus aportes a la semiótica desestructurada y rizomática, permite comprender que la forma diferencial (conjunción y disyunción) y de autorreferenciación conceptual —propuesta por el estructuralismo de Saussure, Levis-Strauss y Lacan, entre otros— no es suficiente para comprender cómo los signos obtienen significado. Es decir, para el estructuralismo, la relación dualista, por ejemplo, entre los conceptos vida-muerte es la que permite crear significancia entre ambas, en cuanto a que una es distinta de la otra (esto mismo ocurre con el yo y el otro, lo cocido y lo crudo, etc.). No obstante, para Deleuze y Guattari, quienes ya han pensado el signo como algo que goza de poseer su propia ontología, fenomenología y subjetividad, es imprescindible pensar cada signo como una expresión y potencialidad sobre el otro.

Esto mismo mencionado, también ocurre en la forma en la que se percibe lo micro y lo macro, en medida a que, como se pensaría —tradicionalmente—, una es distinción de la otra y las formas correctas de identificar cada una son su disimilitud lingüístico-conceptual. No obstante, y en respuesta, es importante pensar que lo micro está contenido en lo macro y que lo macro puede expresarse desde lo micro a través de puntos de fuga semióticos que, a su vez, interactúan más allá de estructuras que aprisionan signos y signos prisioneros de estructuras rígidas. De esta forma, y bajo este precepto es que se sugiere que se debe pensar la política desde, lo molar y lo molecular. Así, Guattari dedica una buena parte de su producción académica y conceptual a un análisis micropolítico o molecular del funcionamiento del fascismo. Complementario a este, la micropolítica es también una cartografía del deseo, en donde se analiza la constitución de la subjetividad en términos de los devenires y flujos derivados de los procesos de represión y de afirmación constante.
De esta forma, es crucial también comprender que, para Guattari, la interpretación de la humanidad y sus extensiones inorgánicas son la intersección y el flujo de máquinas. Estas se componen a sí mismas de otras máquinas y poseen la capacidad generar deseo y desear en relación con el tipo de (des)territorialización de la máquina. Es así como la etnia, la clase, la casta, la profesión, la orientación sexual, la creencia religiosa, y cualquier otro patrón de identificación son máquinas de producción social que determinan los flujos del deseo y, por consecuencia, logran crear subjetivaciones. Lo anterior, aplicado al caso de análisis de presente columna, indica que la nacionalidad, las condiciones económicas, la clase, el trabajo, la familia, la escolaridad, la historia y demás máquinas sociales logran crear diferentes subjetivaciones y deseos de los individuos frente a las cosas (Guattari, 1984).
Por lo anterior, esta multiplicidad de máquinas y subjetividades que se expresan desde la molecularidad se compaginan a través de agenciamientos de enunciación colectiva. “La enunciación individual es prisionera de las formas de significación dominantes. ¡Únicamente un grupo-sujeto puede trabajar con los flujos semióticos, romper con los significados, abrir el lenguaje a otros deseos y forjar otras realidades!” (Guattari, 1984, p. 61).

La subjetividad es producida por agenciamientos de enunciación. Los procesos de subjetivación o de semiotización no están centrados en agentes individuales (en el funcionamiento de instancias intrapsíquicas, egoícas, microsociales), ni en agentes grupales. Esos procesos son doblemente descentrados. Implican el funcionamiento de máquinas de expresión que pueden ser tanto de naturaleza extrapersonal, extra-individual (sistemas maquínicos, económicos, sociales, tecnológicos, icónicos, ecológicos, etológicos, de medios de comunicación de masas, esto es sistemas que ya no son inmediatamente antropológicos), como de naturaleza infrahumana, infrapsíquica, infrapersonal (sistemas de percepción, de sensibilidad, de afecto, de deseo, de representación, de imagen y de valor, modos de memorización y de producción de ideas, sistemas de inhibición y de automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos, etc.). (Guattari & Rolnik, 2006)
La crisis de la representación masculina, la crisis de la institucionalidad, la crisis financiera, la crisis de la inmigración en Europa y demás, se expresan como problemas maquínicos que emiten subjetividades y deseos represivos hacia este establishment y hacia esta divergencia social de los valores y formas de sociedad deseados. Es así como estas enunciaciones semióticas y subjetivas de los actores no adquieren repercusión sino hasta su agenciamiento colectivo que termina de expresarse en manifestaciones abiertamente fascistas, en la creación de molaridades y segmentos estructurados en el odio y la violencia semiológica (como se evidenció en las manifestaciones y linchamientos dentro de Reino Unido y España). Esta es la forma en la que la molecularidad fascista/extremista se puede expresar dentro de una máquina-estado en Europa que molarmente se reconoce como democrática, a través de las alternativas y movimientos semióticos y retóricos que se agencian de forma desestructurada y pueden molarizarse.
Por lo mismo, la molecularización analítica del fascismo permite comprender que las formas de odio y autoritarismo en la coyuntura europea no se expresan necesariamente en el liderazgo ni el adoramiento de una máquina-figura carismática (como, por ejemplo, los partidos políticos, o las personalidades políticas). En contraste, esta naturalización del odio en las esferas micropolíticas permite entender que no es necesaria la masificación estructurada de las ideas reaccionarias para que se constituyan. Dicho en otro modo, “una micropolítica del deseo abandonaría la pretensión de representar a las masas y de interpretar sus luchas” (Guattari, 1984, p. 57). Es decir que, “esta multiplicidad de máquinas deseantes no está compuesta por sistemas estandarizados y ordenados que puedan ser disciplinados y jerarquizados en función de un único objetivo” (Guattari, 1984, p. 58).
Básicamente, se puede afirmar —desde la óptica analítica de Guattari— que el fascismo en Europa no es un fenómeno que aparece de la nada; más bien, este se ha construido a través de la circulación de flujos discursivos, de diferentes crisis sociales y de diversas relaciones con las máquinas y sus nichos de interacción maquínico-identitarias. Por lo cual, la potencialidad de estos movimientos y formas de subjetivación de las ideas políticas se presenta desde lo micro, porque pueden movilizarse dentro de molaridades —aparentemente democráticas— que, a su vez, invaden las demás células del organismo social europeo a través de la metástasis, manifestada en el agenciamiento semiótico del cáncer molecular del fascismo que fluye en las venas de la máquina social y civil europea.

A modo de síntesis, el modelo de la molecularización del objeto fascista permite comprender que el ultraderechismo en Europa no es una coyuntura o expresión que gocen de rigidez y sustancia anquilosada sino que, más precisamente, es un conglomerado de flujos discursivos que se ven motivados por diferentes causas y subjetividades (económicas, de identidad, de representación, de política, de ideologías, de historia, de instituciones) que son objeto de deseo en la sociedad europea. Las mismas, son las que a través del agenciamiento y de la apertura retórica se condensan, por lo que la desestructuración con la que se proliferó la fluidez semiótica se comienza a codificar y estructurar en la molaridad política europea, que es lo que se evidencia en los gobiernos y mayorías parlamentarias de los Estados mencionados y que, por supuesto podría crecer más y más sin que alguien lo haya notado.
[1] Un Dog-Whistle se refiere al lenguaje en código de doble sentido que usan los políticos para conseguir el apoyo de un público a través de codificación sutil de los mensajes. Se trata de una estrategia retórica y semántica que permite conseguir un apoyo amplio de un gran público, sin emitir resonancias audibles para la oposición.
Referencias bibliográficas:
Colomina, C. (2024). La Extrema derecha y la Amnesia europea. ARA. https://es.ara.cat/opinion/extrema-derecha-amnesia-europea_129_5135988.html
Deleuze, G., & Guattari, F. (2004). MIL MESETAS. Capitalismo y Esquizofrenia. Pre-Textos.
DW. (2024). Extrema derecha gana las elecciones legislativas en Austria. DW. https://www.dw.com/es/extrema-derecha-obtiene-histórica-victoria-en-las-elecciones-legislativas-en-austria/a-70358144
Guattari, F. (1984). La Revolución Molecular. Errata Naturae.
Guattari, F. & Rolnik, S. (2006). Micropolítica. Cartografías del deseo. Traficantes de Sueños.
López, I. H. (2016). Dog Whistle Politics: How Coded Racial Appeals Have Reinvented Racism & Wrecked the Middle Class. Oxford University Press.
Lozano, R. (2020). Auge del fascismo en el siglo XXI: la nueva estetización de la política. [Tesis de maestría]. Universidad de Sevilla.
Moraga, C., & Águeda, P. (2023). La extrema derecha saca a miles de personas a protestar ante las sedes socialistas y provoca disturbios en Madrid. ElDiario. https://www.eldiario.es/politica/extrema-derecha-saca-miles-personas-frente-sedes-psoe-socialistas-terroristas_1_10662176.html
Ramírez, M. (2024). El Reino Unido afronta disturbios de extrema derecha tras años de retórica xenófoba de políticos y tertulianos. ElDiario. https://www.eldiario.es/desalambre/reino-unido-afronta-disturbios-extrema-derecha-anos-retorica-xenofoba-politicos-tertulianos_1_11571868.html
Rosales, M. (2021). Sobre el populismo y el autoritarismo. Instituto Juan de Mariana. https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/sobre-el-populismo-y-el-autoritarismo/
Stefanoni, P. (2021). ¿La rebeldía se volvió de derecha? Siglo Veintiuno Editores.
